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Cuestionándome:¿consulta niños? o ¿puedo traer a mi hija que también es “gordita”? o ¿qué puedo hacer con mi hijo que “está pasadito de peso”?.

Y es que como resultado de la postmodernidad uno de los efectos negativos es esta epidemia cuya causa fundamental es un desequilibrio energético entre las calorías consumidas y las calorías gastadas. Si analizamos esto, se hace obvio por qué la obesidad es considerada como la epidemia del siglo XXI y por qué cada día se suman a la lista más niños y niñas que la padecen. Veamos:
Calorías consumidas: El estilo de vida acelerado de la actualidad donde madres y padres trabajan y sólo queda tiempo para que se opte por la “ley del mínimo esfuerzo”, ha hecho que se aumente la ingesta de “comidas rápidas”, que se almuerce y cene más fuera de casa, que se ofrezcan meriendas no saludables (picaderas pre-empacadas, bebidas con sabores y preservantes artificiales), que se salte el desayuno, etc.
Calorías gastadas: Hoy en día con la tecnología y la modernidad se ha disminuido casi a cero la actividad física, se han sustituido los juegos tradicionales que requerían movilidad como “el topao”, “la cantarita”, “la ronda”, etc., por la televisión, la computadora y los videojuegos.
Al final tenemos niños y niñas que comen muy poco saludable, fuera de sus horarios y con estilos de vida sedentarios, lo que da como resultado una sobrealimentación que conduce al sobrepeso y consiguientemente a la obesidad.

Resulta difícil encontrar una forma simple de medir el sobrepeso y la obesidad en niños porque su organismo sufre una serie de cambios fisiológicos a medida que van creciendo. No se dispone en la actualidad de un criterio unánime para definir la obesidad infantil; pero en términos generales, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define el sobrepeso y la obesidad como «una acumulación anormal o excesiva de grasa que supone un riesgo para la salud».

¿Por qué poner un alto?

Epidemia creciente. La obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves de este siglo y su prevalencia aumenta a un ritmo impresionante. La OMS estima que a nivel mundial hay unos 43 millones de menores de 5 años obesos o con sobrepeso. En nuestro país, según las “Guías Alimentarias Basadas en Alimentos de la República Dominicana”, para el 2009 estimó en menores de 5 años un 8.1% de sobrepeso (peso para la talla por encima de la población normal) y un 4.6% de obesidad (peso para la edad por encima de la población normal). Igualmente un artículo publicado en el Listín Diario en ese mismo año destaca que entre el 15 y el 20 por ciento de la población infantil dominicana presenta problemas de sobrepeso y obesidad.

Repercusiones en la salud del niño a corto y largo plazo. Cuando el sobrepeso y la obesidad inician en etapas tempranas de la vida, hay mayor tendencia a que este peso persista en la adolescencia y si no se toman medidas adecuadas, a que continúe hasta la adultez, asociándose con un incremento en el riesgo de morbilidad y mortalidad y a una reducción significativa en la expectativa de vida.

Los niños obesos y con sobrepeso tienen más probabilidades de padecer a edades más tempranas enfermedades no transmisibles (ENT) como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares: hipertensión arterial, dislipidemias, accidentes cerebrovasculares. Estos trastornos alimentarios también se asocian a muchas otras patologías entre las que se incluyen trastornos del sueño, depresión, ansiedad, problemas articulares y metabólicos.

Datos alarmantes. El sobrepeso y la obesidad son el quinto factor de riesgo de muerte en el mundo. Según las Estadísticas Sanitarias Mundiales para el 2012 de la OMS cada año mueren en el mundo 2,8 millones de personas debido al sobrepeso o a la obesidad y estiman que 7 millones de personas perderán la vida a causa de enfermedades no transmisibles en el 2030, debido a factores de riesgo comportamentales y físicos como el sedentarismo, el sobrepeso y la obesidad.

La buena noticia es que el sobrepeso, la obesidad y las enfermedades conexas son en gran medida prevenibles. Por consiguiente hay que dar una gran prioridad a la prevención de la obesidad infantil.

¿Cómo detenerla?

Las acciones deben estar encaminadas a la prevención más que a la cura. Aunque una vez desarrollada la obesidad el objetivo principal del tratamiento es disminuir el peso corporal y la masa grasa, asegurando un crecimiento normal.

Lo primero que debemos hacer es tomar consciencia del problema e iniciar por nuestros hogares, con nuestros hijos e hijas a realizar pequeños cambios orientados en mantener un balance entre buenos hábitos de nutrición y actividad física. Luego, servir de multiplicadores en nuestra comunidad a sabiendas que a diferencia de nosotros los adultos, los niños no pueden elegir el entorno en el que viven ni los alimentos que consumen. Algunos pasos que podemos dar:

1- Dar leche materna desde el nacimiento porque es el primer y mejor alimento, y agregar poco a poco y después de los seis meses alimentos complementarios.

2- Fomentar dietas saludables, equilibradas y balanceadas que aporten nutrientes en cantidad y calidad suficientes para la edad del niño y la niña.

3- Reducir el consumo de “calorías vacías” que aporta la “comida rápida o chatarra”: pizzas, salchichas, hamburguesas, refrescos, azúcares, frituras, etc.

4- Aumentar el consumo de frutas y vegetales de 3 a 5 porciones por día.

5- Distribuir los alimentos en 5 a 6 comidas al día para evitar estar “picando” entre horas y las ingestas frecuentes de dulces y otros alimentos no saludables.

6- Brindar meriendas nutritivas: frutas, yogurt, cereales integrales.

7- Incentivar la realización de una mayor actividad física y reducir el tiempo de inactividad; la Academia Americana de Pediatría ha recomendado que en la infancia no se haga uso de más de 2 horas por día del televisor.

8- Integrar a nuestros pequeños en actividades familiares que incluyan juegos activos: salir de paseo, montar bicicleta, patinar, trotar, etc.

Todos podemos aportar a mejorar la salud de los niños y niñas. Sólo es una decisión de empezar a hacer pequeños cambios. Iniciemos con la merienda, por ejemplo, y a partir de mañana al decidir entre qué ponerle en la lonchera optar por un jugo natural o la fruta antes que ponerle uno artificial.

¡Pequeñas decisiones hoy tornan en grandes diferencias mañana! ¡Podemos hacerlo!

Dra. Glennys Contreras F.

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